jueves, 13 de abril de 2017

FRAGMENTOS DE INTERIOR (5).






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Nada te llevas, si no es el afecto de quienes te rodearon y perduran en esta vida cuando tú ya te has ido. No pretendas llevarte otra cosa que la gratitud y el afecto del corazón de tus semejantes. Si fuiste generoso, si perdonaste, si serviste, si realizaste tus actos con altruismo y sin pedir nada a cambio, si no acumulaste pensando en que había de serte necesario, si te compadeciste, si cuanto realizaste fue por amor... No hay nada que supere la gratitud y el respeto de quienes te conocieron en vida y se detienen un instante al pasar en silencio ante tu tumba.
 




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Háblame suave al oído. Sean tus palabras dulce bálsamo para mi corazón herido. Suenen en mi mente las notas del arpa que ansío. Quietud, soledad que me abrazas en el silencio de la noche, acorde continuo, agua en calma de la memoria, diapasón, clave de sol amada para el corazón amortajado. No quiebres esta queda emoción que avienta el alma con sus alas extendidas en el espacio abierto. Deja sanar la herida, exponla a la suave brisa de la noche y al canto persistente de los grillos. Llévame de la mano al sitio convenido, allí donde acordamos que me revelarías el secreto don de la inocencia, niña que cantas con melodiosa voz hasta encoger mi alma. Yo, el ignorante, el que anda en el desasosiego.




15 


No hay mayor desgracia que secarse por dentro. La aridez espiritual, el cultivo del conocimiento resulta vital para los seres humanos. Un hombre sin cultivo intelectual es un erial. Sin el cuidado del espíritu somos el páramo que humea en la ardentía, la arena del desierto y espejismo que los ojos creen ver. Nada más triste. Nada más tétrico que un árbol cuya savia no circula por su interior. Así los hombres sin valores que inspiren su conducta, sin principios que rijan su comportamiento. Así las hojas que caen, las briznas de hierba, la paja que se separa del grano, las gavillas de heno amontonadas. Tú mismo. Y bien lo sabes.




16 


Nada de lo que yo pudiera decirte valdría lo que un gesto tuyo en un momento de desesperanza. Nada como el amor que se prodiga y la gratitud de quien lo recibe. No existe semilla más fecunda y revolucionaria para cambiar el mundo que el amor. No des las migajas de todo el amor que te cupo. No niegues que estás en este mundo por amor y por el amor de quienes te dieron la oportunidad de incorporarte a él. Quienes estamos aquí estamos todos invitados a la boda. Dejemos los sitios principales para quienes no estaban destinados a ellos. No impidas que nadie se incorpore a la ceremonia. Uno se entrega o no se entrega, pero a medias nadie se da, porque eso sería como no entregarse.



                                                                             José Antonio Sáez Fernández.


 

miércoles, 5 de abril de 2017

FRAGMENTOS DE INTERIOR (4).



(Forografía de Paz Errazurik Körner)



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Remé mar adentro de tus ojos. Bogaban los remos en las aguas de tus pupilas ambarinas y me adentré en la pleamar de la aurora. Amanecía sobre las niñas de tus ojos y una luz anaranjada, casi púrpura lechosa, renacía de las olas. A zaga de tu huella, yo iba tras los pies descalzos que dejaste sobre la arena de la playa desierta. Allí iban a posarse las gaviotas, tras el vigor del vuelo. Allí, los cormoranes, los frailecillos y las otras aves marinas en los roquedos. Allí mi corazón hambreando tus manos sobre el rostro acariciado por la brisa auroral. Allí los silencios y la rosa única al compás de la música, al alba rosicler. Allí la herida que sanaste y el vendaje espumado con que la cubriste. Allí, enteramente solo, el abandonado.




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¿Qué he de hacer con este pobre corazón desvencijado y roto? Forjado está en los desengaños, nutrido en mil derrotas, vapuleado por todo el desamor del mundo. ¿Qué haré? ¿Qué he de hacer con él? ¡Ay! ¿Qué será de mí? Apenas amanece, ya anda en su pena y va de la mano de la melancolía, renqueando entra en los avisos que lo alertan, sus ojos siempre clavados en la tierra. Se conmueve al son de los violines, enferma a su compás, se eleva y levita sobre los adoquines de las aceras en que se cruza con otros corazones que sabe ensombrecidos. Va y no se detiene, iluminándose sólo con la mirada inocente de los niños, reparando en sus juegos y en la felicidad de las muchachas, en el color de sus sueños. Ay, cómo ha adelgazado y cómo se ha exprimido este pobre corazón amortajado!



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Como quien va quitando capas o escamas a una cebolla, así puedes ir quitando tú algunas de ellas y quedarte en la superficie o puedes seguir escrutando en el bulbo hasta llegar al meollo, a la pulpa granada del corazón humano. Si esto último decides, aprenderás de su fragilidad y de la urgencia de afecto que hay en su condición. El dolor espiritual, el dolor psíquico, ha de ser superado con coraje y decisión para transmutarse en energía luminosa y positiva, de lo contrario puede dar contigo al traste. Si en ese dolor te encierras, verás que se enquista en ti y te va anulando hasta imposibilitarte. Pero si lo exteriorizas, si te abres y lo compartes con los demás, hallarás otros corazones solidarios como el tuyo con los que te será más fácil superarlo. Para salir de tu propio dolor, nada mejor que la generosidad. Nada como compartir y ser solidario. Eso te salvará.


                                                                              José Antonio Sáez Fernández.