miércoles, 25 de febrero de 2015

GUÍA DE PERPLEJOS (IV).





SURA DÉCIMO SEXTA.

Se lamentaba porque ni una sola palabra salía de su boca. Día y noche esperaba; así durante largos meses y años. Toda una vida aguardando a que se obrase el prodigio. Se fue con su nombre en los labios, aunque sin una palabra suya susurrada al oído, aun con el corazón en amor muy lastimado.


SURA DÉCIMO SÉPTIMA.

¡Si extendieses tu mano hasta tocarme! Si vinieras a mí y me dijeras, probablemente caería a tierra fulminado. No se hizo mi cuerpo vulnerable para tratar de tu más alto amor. Sólo del frágil y humano. Esta carne no es sino materia engendrada en el polvo, aun cuando haya de ser llamada, en el final de los tiempos, a la resurrección.


SURA DÉCIMO OCTAVA.

Cuando has luchado y apostado por amor y el amado, cuando no has desfallecido y persistido aun en la debilidad, vendrá un momento en que cesará todo ascenso; si no percibes y haces valer la fuerza del espíritu que ha de volcarse en ti gratuitamente. No a todos les es dada esa fuerza, y tampoco depende de ti ni de tus méritos. Si la percibes, puede que seas el llamado y que se muestre a ti. Entonces ya estás perdido en Él, por Él, en su secreto.


SURA DÉCIMO NOVENA.

Los números y su simbología. El gran geómetra, el matemático, el pitagórico resuelve en números su enigma y los del universo al que infundiera la fuerza de su amor. Él se cifró a sí mismo y exige de ti que lo descifres. Mas no serás tú quien efectúe tal proeza. Será Él quien se revele a ti, como la bailarina que en la danza va desprendiéndose de los velos que celan su desnudez y muestra, finalmente, su esplendente belleza.


SURA VIGÉSIMA.

¡Ay, alta roca, alta cumbre y alto sol que deslumbras a quien se atreve a mirarte! ¿Cómo ir hacia ti si tú no me trazas el camino? Yo voy por el sendero y puede que ande descarriado, mas por amor a ti lo seguiré hasta que te encuentre en él o finalice. No pretendo alcanzarte, pues mi vanidad me perdería. Hazte el encontradizo y permite tú que te dé alcance.



                                                                         José Antonio Sáez Fernández.


lunes, 23 de febrero de 2015

GUÍA DE PERPLEJOS (III).





SURA DÉCIMO PRIMERA.

Escribiré sólo aquello que me inspire Aquél de quien ando enamorado. No esperéis de mí otra cosa. Pues camino hacia el final de mis días y ya mi vida le pertenece. Digo sólo las palabras que Él pone en mis labios, aquellas con las que sabe inducirme a cantar las maravillas de su amor. No creáis que escribo yo: es Él quien conduce mi mano por la albura del soporte y yo lo dejo hacer y decir lo que quiera. Deleitosa es su sabiduría y cuanto os revela a través de mí, utilizándome.


SURA DÉCIMO SEGUNDA.

Es tampoco el tiempo que me tiene prometido y es tanto lo que se atesora en mí que no he de decir sino una mínima parte de cuanto de Él me ha sido confiado. Mentiría si no dijera que veo su rostro en cuanto miro. Es su voz la que escucho y no otra. Son sus pasos los que me animan a seguirle. Sólo Él me subyuga y estoy por ir tras Él como el perrillo.


SURA DÉCIMO TERCERA.

¡Apartaos, que voy! Ni sé lo que me arrastra. Yo me dejo llevar por este remolino que me envuelve. Este viento que ciega y que me empuja, no soy yo. Perdonad esta velocidad inducida. A mí me lleva, ignoro por qué no a vosotros . Me voy y puede que no vuelva, pues no sé adónde voy.


SURA DÉCIMO CUARTA.

Días de garrafa. Cuántos días de vacío a la espera de que se obrase el milagro, de que se hiciese el prodigio que viniera a transformar su vida. Pero pasaban días de garrafa, uno tras otro y otro tras uno. Nada ocurría en su existir que no fuera estar a la espera, siempre aguardando a que ocurriese lo inesperado. Era la subida al monte Carmelo, donde no se hallaba otra cosa que no fuese NADA, para ponerte a prueba.


SURA DÉCIMO QUINTA.

Andar en la certeza, pese a la oscuridad. Paso a paso, avanzar en las tinieblas. No haber dudado, pese a no ver. No hacía falta meter los dedos en la herida del costado o en el hueco de la lanzada. Era Él, no había lugar para la duda. La desconfianza mata el amor y no puedes andar en amor si desconfías del enamorado en lo más mínimo.


                                                                       José Antonio Sáez Fernández.





sábado, 21 de febrero de 2015

GUÍA DE PERPLEJOS (II)





SURA SEXTA.

Una vez que te adentraste en la claridad de lo revelado, no desearás salir de su trama, porque ella cubre con plenitud todas tus aspiraciones. Nada te sacia más ni nada puede haber que subyugue más tus facultades cognitivas. Navegas a la deriva de un mar que te lleva en volandas. Allí te transfiguraste, internado en lugar secreto y deleitoso.


SURA SÉPTIMA.

Ah, este conocer que quema mi lengua y mis entrañas… ¿Cómo hacer expedita su salida si me abrasa por dentro? Acaso el rocío del amanecer me purificara. Si yo fuera el alba, entonces entrarías en mí y yo iría a lomos de tu corcel radiante. Eres el jinete que cabalga en la luz hasta difuminarse en lo etéreo. Cuida, que el aire es tan limpio que hiere mis pulmones.


SURA OCTAVA.

Te preguntarás por qué tú, el más débil, el más flojo, el más desamparado y desvalido, el más torpe, el más perdido de todos…Y no hallarás respuesta. Ahora sabes que andas en la claridad, que eres diáfano y que no te ven ni te oyen, aunque intentes hacerte visible y audible.


SURA NOVENA.

Cuanto tiempo anduve errante por los desiertos y me entregué a ellos, no fuera tiempo inútil. Todo aquel tiempo fue necesario para alcanzar este aire y para sumirme en él. Cuanto tiempo anduve en las oquedades de los montes, en las bocas abiertas de la tierra, haciéndome a la oscuridad y saliendo de ella de vez en vez para que vieran la luz mis ojos, no fue tampoco un tiempo vano. Ahora lo sé, pues entonces no veía.



SURA DÉCIMA.

Se burlan de mí porque no como de los manjares con que vienen a tentar mi voluntad y porque me visto tan modestamente que les parezco ridículo, porque mi casa es la tierra que piso y porque duermo como las aves y otras criaturas bajo los arcos de los puentes que han erigido los hombres, porque no ando con mujeres sino que vivo entregado a la  soledad y a la voz del espíritu. Y si alguno me ve llegar, pone el grito en el cielo: ¡El loco! ¡Viene el loco! Mas sólo yo sé que soy el iluminado por dentro, el atravesado por la luz, y mi única locura es por aquel de que ando en amor.



                                                                            José Antonio Sáez Fernández.

sábado, 14 de febrero de 2015

GUÍA DE PERPLEJOS (I).






                                                                SURA PRIMERA.

Ahora, cuando tengo la certeza de que estoy alcanzando la plenitud, cuando logro vislumbrar la sabiduría y he recibido su visita, cuando me siento a rebosar y tengo todo por entregar de mí, cuando miro hacia dentro y veo partículas de luz en suspensión y transparencia en el aire, cuando siento que la revelación se abre paso en mi mente durante tanto tiempo reducida a la aridez de sus desiertos…  Justo ahora, digo, no tengo a nadie que me escuche o que desee escucharme y, si me explico, no consigo hacerme entender por más que me esfuerce. Pareciera que hablásemos lenguas distintas o que hemos confundido las lenguas.



                                                                 SURA SEGUNDA.

Si eres destinatario de la revelación y si ésta te ha sido confiada, saldrás a la calle y, jubiloso, irás a gritar tu experiencia secreta a los viandantes. Mas comprobarás por ti mismo que nadie entiende lo que dices, y se reirán de ti y de cuanto estiman como demencia tuya.



                                                               SURA TERCERA.

Es tan íntimo el gozo de quien se siente liviano, como pluma de ave… Resulta de tal intensidad el descubrimiento interior que crees caer en una especie de demencia, pues empiezas a girar y a dar vueltas, tal es el regocijo que cabe a la revelación. Experimentas tu propio cuerpo sobrepasado en sus límites y no cesas de caer en una  suerte de aturdimiento y de fatiga que lleva al agotamiento, si no a la extenuación.




                                                               SURA CUARTA.

Si te fue concedida la gracia de la revelación, nunca por mérito propio sino que te fue dada porque sí, puede que ella te traiga mayor soledad y aislamiento. Andarás aturdido y sin saber qué pensar, cómo obrar y qué decir, y tus semejantes acordarán que andas perdido, muy perdido; si no que tu mente anda extraviada. Serás el herido de amor que guarda celosamente su secreto.



                                                               SURA QUINTA.

Aquello que te fue revelado difícilmente podrá ser comunicado. Chocas, ahora, con los límites del lenguaje. Andarás entonces, si pretendes hacer comunicable tu experiencia, entre paradojas y comparaciones, a más de otras figuras estilísticas, acudiendo a lo conocido por los hombres, bordeando lo inefable para no caer en lo incomprensible e ilógico.


                                                                                  José Antonio Sáez Fernández.



viernes, 13 de febrero de 2015

BOTTICELLI SE ASOMA A LA PRIMAVERA.





   Ven, rosa del azahar más limpio. Ven para que aspire tu perfume sublimado, el dulce aroma que tiene la palidez del cuerpo desnudo. Muéstrame tus manos y, de tus dedos, llévame por el sendero que asciende a la montaña donde te transfiguraste por mí y quise desplegar una tienda para que tú descendieras sobre mí. Era tarde avanzada y una nube me cubrió con sus formas. Ya envuelto en ella, me ofrecí a ti y dejé que me invadieras. Tu nívea desnudez galanteaba con el aire purísimo y eras en él la esculpida sombra de la parca que llama a las puertas del olvido. Tus miembros perfectos invitan al enlace y eres la desposada con la lívida armonía del universo. Ven y dime si están en flor los ciruelos y si corren los ríos por los valles verdecidos de las últimas lluvias caídas sobre ti, como sobre un jazmín que palidece en su difunta hermosura. Dime si estás recubierta de flores en la primavera cercana, y dime así también si en tus senos de alabastro cobijas la vía láctea, amamantando a Rómulo y Remo. En la noche deslumbra Venus y vienes hacia mí con paso mínimo, leve y quedo; insinuando tus formas bajo el altar en que inmolas los sacrificios a un dios desconocido.
   Ha llovido azahar sobre la tierra leve empapada por la lluvia. Han llovido tus labios sobre el cuerpo horizontal y paciente, posado sobre la hierba húmeda y seco al sol, tras la visión perfecta del arco iris semicircular en un cielo perplejo. Y dices que eres la única, la impasible y perfecta, la diosa lunar que enjoya el firmamento en la noche estrellada. Haz sonar las ajorcas de tus tobillos y los aros de tus muñecas en una danza en que el triunfo del viento estará asegurado. Vienes cantando en un coro de ángeles y tu voz resuena en mi oído como la música indeleble, o como esa armonía celeste que envidian los pájaros desde sus atalayas magníficas. Eres el ruiseñor y la calandria que hacen sonar su flauta en los sembrados, y eres la mullida espesura en que dejo caer mi cuerpo abandonado. Dices y tu voz resuena en el espacio vibrante como las ruinas oxidadas de un corazón en orfandad completa. Has recogido tu peplo iluminado por la tibia luz que espejea en mi naufragio y avanzas decidida hacia el cisne que enamora en el cristal del lago por el que se desliza. Si supieras que el mar es ancho y ajeno y que sus olas te abrazan poderosas hasta sumergirte en su seno de espumas encontradas. Ay, si supieras que el desposeído de sí, que el abandonado, que el que no tiene patria, ni reino, ni tierra que lo cubra languidece en tus brazos hasta dar con el alba... Vuela de mí y regrésame tus alas para que pueda dormir siempre al abrigo de su vértigo, pues escucho el zumbido de la abeja y presumo de su miel bajo los labios.


                                                                           José Antonio Sáez Fernández.




sábado, 7 de febrero de 2015

FEBRERILLO, "EL LOCO".





   Por la escalera asciende febrerillo "el loco" con apenas 28 peldaños. Cosa tan rara: un mes con fama de loco. Como don Quijote: el loco más cuerdo que jamás haya existido. Y cómo no vivir con ese punto de locura, siendo la vida tan difícil como es -decía paradógicamente aquel joven-. Si no fuera por ese punto de locura prodigiosa, y si no fuera por esa fantástica locura que vence tantas veces la cordura y a la terca realidad que se empecina en hacernos descender desde la magia de las ilusiones hasta morder el polvo: qué sería de tantos con los que la realidad inmisericorde se ceba a diario, no dejándoles ni un respiro para la solidaridad o la esperanza.
   Febrerillo, "el loco", sube la cuesta invernal que le ha tocado en suerte y lleva el muñón de su mano cubierto con una manga que encubre la falta de al menos dos dedos. Casi como en el chiste aquel en que un parroquiano pedía dos o tres cañas para los de la serrería con un gesto de humor negro. Febrero es un mes mutilado, el recorrido incompleto, la estafa de un mes al que le faltan varios días que no vivimos. Es febrero frío y ventoso; otrora pudo ser lluvioso, aunque desde hace mucho dejó de serlo por esta esquina del sur.
   Llego hasta febrero como a un tiempo truncado prematuramente, cuyo óbito se decretara con premeditación y alevosía, a espaldas de sí mismo. Doblan las campanas por febrero anunciando su trayectoria interrumpida, su ascenso burlado por arte de birli birloque. A expensas de febrero crecen otros que lo fagocitaron. Y como premio a su sumisión le regalaron un día en años bisiestos.
   Pasa febrerillo "el loco", que sólo tiene 28, y apenas si se deja notar en el calendario. En un parto prematuro, da a luz a marzo. Miro por doquier y no encuentro las huellas que tendría que haber dejado a su paso. Y creo que deberíamos sentir pena por su insignificancia o por la falta de consideración que se le tiene, siendo como es "el caballero de la triste figura".


                                                                              José Antonio Sáez Fernández.

miércoles, 4 de febrero de 2015

GLORIETA DE LOS MAGNOLIOS.





   Remas en la corriente de la vida, ese río que va a dar a la mar. Pasaste, niño, por la infancia y fuiste la inocencia, el candor, la pura claridad de quien se asoma al mundo por una esquina de la calle, apenas sin ser visto. Eres la góndola que mecen las olas en su vals y vas a la deriva de las aguas fluyentes. Eres las aguas que discurren y eres el curso mismo de las aguas. Ellas te conducen y te dejas llevar. De cara siempre al cielo, cal viva tus ojos incendiados por el lucero del alba, cal en las paredes de tu alma, cal en la fachada de la casa encendida y en la cancela iluminada donde se escuchan los gritos de los niños que juegan, el bullicio de los niños que gritan y se alejan en la niebla cada vez más difusa de la memoria en llamas. 
   Has venido a verme, río de la melancolía, aguas arriba de la tristeza. Has venido a verme hoy precisamente que la nieve cubre el portal de la casa y resbala el tiempo invernal sobre el cadáver de los erizos atropellados en las carreteras. Íbamos demasiado de prisa, o quizás el erizo cruzaba tan torpemente y tan despacio que no hubo lugar para la maniobra. Erizos atropellados sobre el asfalto, ofreciendo sus vísceras a los cuervos tiznados de la tarde. 
   Ve que pasan nubes oscuras y el sol se muestra como el novio en ausencia de la novia que está por llegar. Ve que se te escapa la vida, que se te van los ojos tras las nubes que pasan. Voy a encender la hoguera de mis manos vacías y voy a frotarlas al calor de estos leños que arden. Voy a decir que veo en las llamas el aliento último de los tulipanes, de los gladiolos que abrazan su soledad como dos cuerpos que gimen largamente en la noche, y su gemido se pierde en el silencio sin que nadie venga a reclamarlo, sin que unos labios se pronuncien, sin que los oídos perciban el rubor de un prolongado beso que quiebre la humedad de las bocas sedientas y expectantes, las cuales aguardan el fin de su orfandad. Rotos, tú y yo, y solos frente a la oscuridad que niega cuanto los ojos no pueden testificar: títeres del destino y sus miserias, material de acarreo que no sirve ni para construir un palacio, ni para levantar una torre, ni para servir una mesa con toda la opulencia de los bienes mundanos.
   Anda, ven, dime que duermes ya. Te pesa el corazón como el plomo derretido del cielo y del mar, que son las lágrimas de los abandonados a su suerte. Ya la orquesta hace sonar las últimas notas en la glorieta cercana, e inician su retirada los melómanos perdiéndose entre las calles desiertas como sombras en la noche espesa.

                                                                                     
                                                                        José Antonio Sáez Fernández.