sábado, 29 de septiembre de 2012

Unos versos del final de septiembre.



                           INSCRIPCIÓN SOBRE UNA TUMBA ANÓNIMA.





                                       Pues no me cupo otra gloria en este mundo
                                       que servir a mi propia conciencia y no tuve
                                       otros dueños que no fuesen el cultivo interior
                                       y la dignidad exigible; pasé entre los hombres
                                       desde el silencio en que ellos parecían ignorarlo.
                                       Mas no creas que guardo rencor alguno,
                                       ni tampoco a la vida que me dio, seguramente,
                                       cuanto merecía y gané con mi único esfuerzo.
                                       Que tuve momentos de gozo, como otros,
                                       no es ningún secreto y agradezco su dádiva
                                       a quienes me ofrecieron su amistad o su mesa,
                                       estrecharon mi mano o me abrazaron.
                                       No sean ajenas a ti, que pasas hoy ante mi tumba,
                                       estas palabras que la lluvia, el sol y el tiempo
                                       con implacable fiereza han desgastado.
                                       Nada queda de mí ni mis menguados méritos.
                                       Sólo esta ofrenda de amor que son mis huesos.


                                                                           José Antonio Sáez.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

"Historietas de Bernardo Ambroz", de Fernando de Villena.



Fernando de Villena (Granada, 1956) es autor de quince obras de narrativa, a las que habríamos de añadir una no menos extensa, si no más amplia, nómina de títulos de poesía por los que es considerado, en opinión de muchos, como uno de los escritores de mayor talento y fecundidad entre los de su generación. Algunos reconocimientos significativos así lo han venido expresando en estos últimos años, tal y como el premio de la crítica andaluza, concedido por la Asociación de Escritores y Críticos de nuestra comunidad autónoma, con motivo de la publicación de su novela El testigo de los tiempos (2008).  

   No cabe duda de que nos encontramos ante un escritor vocacional, consciente de su valía y de ese raro don de la habilidad para tejer e inventar historias que cautivan al lector y le impiden abandonar la lectura de una obra mientras ésta no alcanza su final. Esa destreza, que para algunos puede convertirse en facilidad, no significa en absoluto que sus novelas no resulten espléndidamente elaboradas. Significa más bien que el escritor ha llegado a un dominio sobresaliente en el ejercicio de la narración, pues como ya he tenido la oportunidad de señalar en otras ocasiones, Fernando de Villena posee un acopio de lecturas que han forjado su estilo y formado su maestría en el oficio de la escritura literaria.

   A nadie se oculta que es autor de formación clásica, sin que ello suponga menoscabo alguno a su valía ni en su definición como escritor. Nuestros clásicos de los siglos de oro están en la base de su formación, no cabe duda, pero todo hombre de letras sabe que ha de labrar su propio estilo a partir de la herencia que ha recibido. Y no sólo los clásicos (Cervantes, Lope, Quevedo…) sino también los novelistas del siglo XIX, como Galdós, o los de finales de este siglo que se adentraron en el siguiente, como los del novecentismo o la generación del 98 (Gabriel Miró, Azorín, Baroja…), los hispanoamericanos y hasta los de otras lenguas ajenas a la nuestra. Aún osando entrar en terreno tan resbaladizo y complejo, he de admitir que el caudal de sus lecturas y de sus influencias resulta tan amplio como difícil de sintetizar. No obstante, también me he referido en oportunidades anteriores a la capacidad mimética, camaleónica si se me permite, de este escritor granadino; o si así se quiere, a su capacidad de asimilación de otras obras y autores sobre los que ha ido construyendo un estilo singular y propio, tan personal como atrayente.

   Prueba de todo lo anteriormente expuesto es su última entrega: Historietas de Bernardo Ambroz (2011), que publica la editorial granadina Port-Royal, al cuidado del excelente editor Ángel Moyano, quien viene prestando un inestimable servicio a las letras granadinas y andaluzas en general a través de una amplia, dilatada y magnífica trayectoria editorial; la cual hemos de esperar que sea reconocida con toda justicia en un día no lejano, tal y como merece una labor digna de toda consideración. La proverbial agilidad narrativa de Fernando de Villena queda, de nuevo, puesta de relieve en este libro amenísimo de tan feliz lectura. Obra chispeante, irónica y crítica a la par, soberbiamente ambientada en muy acertadas descripciones que regresan al lector a la Andalucía de los años 60, a la España del Seat 600 que comenzaba a despertar del letargo de la posguerra, la de la supervivencia a costa del trabajo y el sacrificio personales, aquella que empezaba a mirar el futuro con otros ojos tras décadas de escasez y penurias.

   Los protagonistas, el corredor de seguros Bernardo Ambroz y su acompañante Juanito, recorren los pueblos andaluces en nombre de una empresa aseguradora granadina para ganarse el pan y, en sus continuos viajes por la geografía del sur, viven jugosas experiencias que enganchan verdaderamente al lector. No faltan las críticas a los poderes fácticos seculares, tales como los caciques, los terratenientes o el estamento eclesiástico; ni tampoco las escenas o las pinceladas de tipismo costumbrista que sirven al autor para pergeñar un cuadro de esa Andalucía de los 60. Bernardo Ambroz es hombre que conoce bien su oficio, pero que vive plenamente todos y cada unos de los avatares que surgen en sus continuos desplazamientos. Esos avatares se producen, lógicamente, de forma aleatoria e inesperada y en ellos se ven envueltos “maestro y discípulo”, aunque siempre consiguen salir airosos de los trances del destino, ya sea por una capea o por un homenaje prohibido al poeta Antonio Machado, en el que ambos son retenidos por la guardia civil. 

   El contrapunto del personaje principal resulta ser Juanito, quien une a su juventud y a su inexperiencia un tinte realista, pues es joven más pendiente de guardar las horas de la comida y de satisfacer sus deseos que de cualquier otra responsabilidad. Mientras Bernardo se muestra interesado por disfrutar en sus ratos de ocio del urbanismo, la riqueza artística de las poblaciones que se ve obligado a visitar y de la literatura, los intereses de Juanito van por otros caminos bastante diferentes. Bien es cierto que se trata de generaciones distintas las que ambos representan, pero en su caracterización radica, a mi juicio, uno de los logros más significativos de la novela por ese contrapunto que ofrecen al lector (inevitable resulta evocar aquí el aliento cervantino). Fernando de Villena crea, de este modo y quizás sin proponérselo intencionadamente, una pareja de personajes que bien podrían proporcionarle mucho juego en futuras aventuras narrativas.

   Cada capítulo narra una historia completa y como tal puede considerarse que, aun en la incuestionable unidad de la obra, tiene autonomía temática; con lo cual, la lectura del libro podría ofrecerse de forma aleatoria hasta cierto punto, pues el lector bien pudiera elegir a su gusto el capítulo por el que comenzar la lectura, sin menoscabo alguno de la cohesión y la coherencia textuales. En resumen, estas Historietas de Bernardo Ambroz devienen en una obra nunca exenta de costumbrismo y crítica social, pero sin duda harán disfrutar al lector por su agilidad y viveza narrativas, entre otros valores de no menor interés.

                                                         José Antonio SÁEZ.


martes, 11 de septiembre de 2012

La Colección Batarro de Poesía.



Paralelamente a la salida de la revista "Batarro" en su segunda época, decidimos crear colecciones literarias de poesía, narrativa y ensayo, a las que pronto unimos otras nuevas a las que llamamos "Cuadernos de Batarro", "Pliegos de Poesía" y "Fascículos". De ellas daré cumplida referencia en este blog. Inicio el recorrido con la Colección Batarro de Poesía, la cual se abrió con el libro Poemas de la noche (1989) del escritor albojense Diego Granados (1915-2002), quien en la década de los setenta había conducido casi en solitario la primera etapa de la revista y otras publicaciones del Seminario de la Cultura, junto a don Martín García Ramos, catedrático de Literatura del instituto de Albox (Almería). Como lema de la colección pusimos una cita extraída de La Gitanilla, una de las Novelas Ejemplares de Cervantes: 

"Hase de usar de la poesía como de una joya preciosísima, cuyo dueño no la trae cada día, ni la muestra a todas las gentes, ni a cada paso, sino cuando convenga y sea razón que la muestre".  

   El consejo editor estuvo formado inicialmente por Diego Granados, Pedro M. Domene, Jerónimo López Fernández y José Antonio Sáez, uniéndose a él posteriormente Pedro Felipe. S. Granados y Jesús Martínez Gómez. En la viñeta de portada podía verse la fuente empedrada, y junto a ella la pita, que el pintor huercalense Silvestre Martínez de Haro, prematuramente fallecido, había diseñado para las publicaciones que nacieron bajo el sello de "Batarro". Cito, a continuación los autores, títulos y año en que se editaron las obras que pasaron a formar parte de nuestra colección de poesía (los tres primeros títulos fueron impresos en Grafiper de Málaga, los 6 siguientes estuvieron al cuidado del editor granadino Ángel Moyano y los dos últimos lo fueron nuevamente en Grafiper, de Málaga):


1. Poemas de la noche, de Diego Granados (1989).
2. Árbol de iluminados, de José Antonio Sáez (1991).
3. El sol de las ánimas, de Antonio Enrique (1995).
4. Porque soy Teseo, de Aureliano Cañadas (1995).
5. La noche calcinada, de Domingo F. Failde (1996).
6. Libro del desvalimiento, de José Antonio Sáez (1997).
7. Carta de navegar, de Andrés Mirón (1997).
8. Pentagrama de junio, de Antonio González-Guerrero (1998).
9. Del tiempo frágil, de Enrique Morón (1999).
10. Francisco Peralto: Palabra, esencia, tiempo, ed. de Pedro M. Domene y Jesús Martínez Gómez (2003).
11. Homenaje al Quijote. Poesía visual y arte correo, ed. de Pedro M. Domene (2006).

He de aclarar que los dos últimos títulos salieron también, en una primera edición, como números de la revista "Batarro" y fueron impresos en Grafiper, de Málaga.

   El entusiasmo era mayor que los medios económicos y la infraestructura de que disponíamos, por lo que los esfuerzos realizados en todas y cada una de las publicaciones mencionadas resultaban considerables. No obstante, nos sentimos orgullosos de la labor realizada. A otros toca el juzgar si mereció la pena.

Copio aquí uno de los poemas extraído de El sol de las ánimas (1995), del poeta granadino Antonio Enrique:


23. MILIQUINIENTAS.



Decía mi madre: Miliquinientas, marqués
de Camerines y un día voy a dar el batacazo
(refiriéndose al desorden de mi habitación).
De ella me quedó el humor, el cinismo
que no es fuego contra el fuego,
sino hielo contra el fuego,
y cierta ofuscación que me viene de repente.
Mi madre en realidad era una acuarela:
en ella había tantos colores
que parecía estar debajo de un tilo
de aquellos cuya alergia sufrió cada junio.
Mi madre olía a plaza Bib-Rambla
y tenía las pestañas largas
de tanto mirar el agua por las acequias.
Mi madre en realidad lo que fue es una caracola:
tan blanca, ensimismada y de nácar profundo
que bastaba mirarla para oír su rumor.
Mi madre me llevaba a la Alhambra y yo no encontraba
diferencia entre los bosques y sus párpados,
entre sus manos y aquellos jardines.
Ella sabía que lo de escribir
era por su sangre alucinada: Así es
que desde los colores, olores y rumores
de su alma, me sigue siendo, me sigue estando,
y poblando siempre. Siempre.
                   
                                        Antonio Enrique.

martes, 4 de septiembre de 2012

La segunda época de la revista "Batarro" (XXIV y último).



Cuando hace varios meses quise echar sobre mis hombros el compromiso de dejar constancia aquí de la trayectoria de la revista literaria "Batarro", vinculada a la cuenca del río  Almanzora en la provincia de Almería, y cuya segunda etapa se desarrolló prioritariamente entre los años 1989 y 2007, sabía de antemano que mi empeño no habría de ser tarea liviana. Pero he aquí que, en cuanto toca a la revista "Batarro", ese camino va llegando a su fin. Creo que no nos equivocamos en dejarlo en el punto exacto en que lo hicimos y ello porque todas las aventuras humanas han de tener su principio y su final. Casi veinte años de esfuerzo titánico, en condiciones verdaderamente difíciles, quedan ahí, a disposición del lector o del estudioso de la literatura española de finales del siglo XX y principios del XXI, así como para la historia de las revistas literarias españolas de nuestro tiempo.
   De este modo, el volumen correspondiente al año 2007, que comprende los números 51-52-53 de nuestra revista, se dedicó al tema monográfico del Microrrelato en Andalucía y la edición del mismo, como en ocasiones anteriores, estuvo a cargo de Pedro M. Domene. La portada fue un collage del escritor e impresor malagueño Francisco Peralto, a quien nunca podremos agradecer lo suficiente la desinteresada colaboración que mantuvo a lo largo de todos estos años con las publicaciones que nacieron bajo el sello editorial de "Batarro" y con nuestro grupo literario en general; siendo así que Peralto bien pudiera haber sido nombrado como miembro emérito de nuestro colectivo. Como el lector sabrá por anteriores entregas de esta serie, en su taller impresor vieron la luz, felizmente, la inmensa mayoría de nuestras publicaciones. Quede aquí constancia explícita de ese agradecimiento hacia su persona, siempre auxiliado en la esforzada tarea cotidiana por sus hijos Carmen y Rafael, herederos directos de una labor realizada con tanta dedicación y esmero.
   Unas líneas del escritor José María Merino introducían el último volumen de la revista y en ellas venía a decir, a propósito del subgénero narrativo elegido, lo siguiente:

   Trance gozoso, este de andar buscándole, imaginándole, un nombre a la criatura: microrrelato, minificción, ¿por qué no nanocuento?
   Mientras le encontramos el nombre, con esta sensación incomparable de ir descubriendo la realidad de un nuevo continente, ojalá su pequeño fulgor, desde brevísimos textos literarios palpitantes de ficción verdadera, ilumine intensas fascinaciones narrativas.

(El escritor José María Merino)
   Pedro M. Domene estaba llamado a prologar el volumen y así lo hace certeramente en las páginas que siguen con el título de "Son cuentos", a través de las cuales ofrece cumplida referencia de la singularidad de un subgénero literario, sin duda complejo, pese a las exigencias que demanda su cultivo. Respaldando su argumentación con nombres y citas de señalados representantes de la narración en nuestra lengua, nos pone en la pista de los antecedentes del subgénero en cuestión, en especial a partir del siglo XX: Laura Pollastri, el mismo José María Merino, David Lagmanovich, etc. Justifica el autor su edición, la presencia o ausencia de autores en la misma y expresa su conciencia del riesgo que asume, pues considera que ésta es una antología pionera en el subgénero del microrrelato y su cultivo entre los escritores andaluces actuales. Seguidamente afronta la cuestión de los narradores recogidos a través de cinco generaciones literarias y analiza con cierto detenimiento la significación de algunos de ellos.


(Manuel Talens)


Se inicia la selección de autores y textos con los nacidos a partir de la década de los 40, para proseguir con las de los 50 y los 60. El primero en mostrar su destreza en el cultivo del microrrelato es Manuel Talens (Granada, 1948), quien lo define como "cualquier historia una vez reducida a la más breve expresión verbal y que, sin embargo, aún conserva todo su sentido". A él sigue Pedro F. Granados (Albox, Almería, 1949), quien expone, a modo de poética o definición personal, unas certeras ideas sobre este "género mínimo"; Fernando de Villena (Granada, 1956): "El microrrelato se asemeja al poema en intensidad, pero gira en torno al final como todo relato que se precie"; Antonia Moreno Cañete (Córdoba, 1956), Antonio Ortega Fernández (Huércal-Overa, Almería, 1959): "Cuando pienso en el relato breve, tengo la sensación del sumiller: para determinar el origen y la estirpe del vino ha de probar toda la copa"; Felipe Benítez Reyes (Rota, Cádiz, 1960), Manuel Moya (Fuente Heridos, Huelva, 1960), Guillermo Busutil (Granada, 1961), Hipólito G. Navarro (Huelva, 1961), Fernando Iwasaki (Lima, Perú, 1961), Ángel Olgoso (Cúllar Vega, Granada, 1961), José Manuel Benítez Ariza (Cádiz, 1963), Manuel Moyano (Córdoba, 1963), José Cruz Cabrerizo (Barcelona, 1964, residente en Granada): "No me atrevería a asegurar que un microrrelato sean diez elevado a menos seis palabras, pero sí que es una piedra (...)"; José Alberto García Avilés (Granada, 1965), Francisco Ortiz (Ugíjar, Granada, 1967). A ellos siguen Salvador Gutiérrez Solís (Córdoba, 1968), Reinaldo Jiménez (Almuñécar, Granada, 1969), Javier Mijé (Sevilla, 1969), Francisco Silvera (Huelva, 1969): "Al cuento brevísimo, llámese como guste, se llega, no llega uno o <<le llegan>>, se llega por decantación".

(El escritor onubense Manuel Moya)


Finalmente, ya en las década de los años 70 y 80, se recogen los nombres de Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970), Miguel Ángel Muñoz (Almería, 1970), Ubaldo Rodríguez (Sevilla, 1970), Marcos Gualda (Huelva, 1971), Pablo García Casado (Córdoba, 1972): "Opté por esta estructura gráfica porque se acomoda mejor que cualquier otra a las situaciones de tensión que intento mostrar"; Mónica Gutiérrez Sancho (Sevilla, 1973), Luis Manuel Ruiz (Sevilla, 1973), Javier Puche (Málaga, 1974): "Si tuviera que aventurar algún rasgo distintivo, acaso hablaría de brevedad extrema, lenguaje depurado, tensión narrativa, fuerza poética y temblor"; Mario Cuenca Sandoval (Sabadell, Barcelona, 1975, reside en Córdoba), Lara Moreno (Sevilla, 1978): "Porque la literatura es también una nuez, un siglo diminuto, concentrado y vacío de arquitecturas"; Cristina García Morales (Granada, 1985): "Los cuentos son ovulaciones inesperadas de la imaginación. Cuando la violan nacen las novelas". Todo un caudal de nombres y textos de primera línea en la narrativa andaluza de principios del siglo XXI. Una antología que abrió camino y que, con toda seguridad, habrá de ser considerada como punto de referencia en estudios futuros.

(Ángel Olgoso)
"La melancolía de los gigantes", un microrrelato de Ángel Olgoso (Granada, 1973) publicado en el número 51-52-53 de la revista literaria "Batarro", dedicado al cultivo del microrrelato en Andalucía y correspondiente al año 2007, último de su publicación:

   Sin compasión, hunde la hoja de su arma en el centro de mi cuerpo indefenso. No hubo provocación alguna de mi parte. Una ira ciega alienta cada tajo, cada incisión arbitraria y salvaje de la carne. Los míos dijeron que no opusiera resistencia, que ello involucraría a los demás en nuevos peligros. Él, mientras tanto, profundiza la herida. Qué puedo hacer yo ante quien contraría de ese modo la ley natural sino sentir una vaga tristeza y esperar aquí, bajo el camino de las estrellas, la bárbara amputación final, el momento en que me desplome sin más quejidos que los de mis frondosas ramas al golpear agonizando contra el suelo.

Concluye aquí la cumplida referencia a la trayectoria de la revista literaria "Batarro" en su segunda época (1989-2007). Fue redactada por José Antonio Sáez Fernández en memoria del fundador de la misma, el escritor Diego Granados Jiménez ( Albox, Almería, 1915-2002), celebrado autor de títulos tales como Poemas de la noche, Crepúsculo del hombre, Del sentimiento trágico de Andalucía y El tributo del héroe y otros cuentos.
                                         
                                                                 José Antonio Sáez.
                                                           (4 de septiembre de 2012).